
Sammy Gómez | Deivis Moreno
New Rochelle
Parecerá algo nuevo, algo fuera de lugar o algo que no debería estar sucediendo a estas alturas o edades de la existencia de la humanidad, pero la costumbre de reaccionar a todo con el cerebelo, que es el encargado de crear sistemas de defensa y supervivencia, a pesar de todo lo que hemos evolucionado en términos tecnológicos, parece ser un aspecto aún no estudiado.
Con ejemplos simples como el hecho de que, hasta hace algunos años, en Australia los indígenas ni siquiera eran considerados personas. Como la historia de la esclavitud que mientras unos intentan compensar por los daños, otros juran que los aludidos deberían sentirse agradecidos por tales tratos y por último la mujer, la dadora de la vida, el comienzo de todo, la musa, la inspiración, la fuente de valores de cada individuo, hasta la fecha parece seguir parada, no con una antorcha, sino con una súplica en la mano aun solicitando igualdad.
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Porque no solo parece que el concepto de igualdad no es algo natural en nuestra especie, sino algo que debe ser ganado y exigido sin importar el precio.
Sin embargo, la necesidad de juzgar a otros no solo por el color de piel, religión o latitud, sino por su intimidad (que como la palabra lo dice debería ser “íntimo”) ha existido desde siempre, sin importar que muchos de los grandes eruditos de nuestra historia lo fueran o no, pareciendo que el amor por las artes, la sensibilidad, la capacidad de crear y transformar; dejarán de tener sentido por el uso de la “intimidad” que cada uno hace.
A fin de cuentas no vemos desfiles para sentirnos orgullosos por ayudar a sectores que por falta de lo que sea, no disfrutan de los mismos beneficios que otros, como tampoco hay marchas para promover o premiar a quienes tomen unas horas para sentarse a escuchar a aquellos adultos mayores que luego de soportarlo todo, son tirados al olvido porque su fecha de caducidad parece estar cerca.
Mientras que, por otro lado, aquella institución que posee más integrantes del género es la misma que nos enseñó a repudiarlos.
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Y no deja de ser extraño que parezca haber dos tipos de humanos, los que ven a los otros con compasión y con el alma y los que, por parecer carentes de ella, piensan en sí mismos como si no hubiera mañana o como si su propia descendencia no se fuera a ver perjudicada por sus puntos de vista.
Dejando a plena vista la típica doble moral que siempre ha existido, pues mientras señalan, juzgan y penalizan, siguen deseando recibir votos para seguir siendo lo que siempre han sido.
Al parecer deberíamos implementar programas de ecología humana inamovibles por los sistemas de turno, en los que nos juzguemos por las capacidades y valores que nos hacen humanos y no por los que no lo hacen.
Publicado el 15 de Setiembre 2023