Por Sammy Gómez y Deivis Moreno
No sé cuándo la palabra diversidad se volvió un tema tan divisivo en este país. Las prácticas de diversidad, equidad e inclusión son, en teoría, prácticas que buscan unificar a nuestras comunidades.
New York y Los Estados Unidos son tan diversos, tantas culturas distintas, pero tan similares en nuestros sueños y anhelos. Lo intrigante es que la mayoría del tiempo no nos damos cuenta de eso. Hace un par de meses tuve el gusto de trabajar con miembros de la comunidad asiática en un evento para el año lunar. Fue una de mis mejores experiencias laborales, aprendí mucho y sobre todo pude disfrutar de algo que nunca había visto.
La pregunta que nos ha invadido recientemente es cómo hacemos que nuestros lugares de trabajo, nuestros negocios locales, y comunidades sean verdaderamente más diversos e inclusivos. En sí, no hay una sola respuesta, lo único que espero que cuando nosotros, las llamadas minorías, alcancemos nuestras metas no cometamos los mismos errores que cometieron las personas que antes tuvieron nuestros puestos.
Un espacio equitativo y diverso debe incluirnos a todos. Creo que a veces nos olvidamos de eso.
Pero qué es inclusión, es una bandera en la cuenta es un trabajador que sepa nuestro idioma o es la ilusión utópica en una sociedad que se ha rozado el codo día tras día más eso no ha sido excusa suficiente para que haya en un barrio de colombianos, uno de chinos, uno de italianos y uno de latinos.
Se necesita un senado multicultural o un cielo que se vista de colores distintos cada día, para que la idea de igualdad que a nuestros predecesores les costó tanto a nosotros se nos dé con tanta facilidad como a los niños de hoy en día se les da manejar un dispositivo móvil o cambiar hasta el abecedario si es necesario para hacernos comprender que el prototipo de macho alfa y de mujer sumisa, no nos llevaron a la meta que todos esperaban, pues el precio de sacrificio de unos no deja precisamente sabor a libertad y a amor, sino una frustración inmensurable al saber que quienes más debieron ser felices nos enseñaron cómo ser infelices y la culpa de eso fuimos nada más y nada menos que nosotros.
Luego se preguntan por qué las generaciones actuales prefieren cualquier tipo de relación menos una heterosexual.
Pero el resultado de crecer con música romántica no fue precisamente una sociedad más amorosa, de la misma manera espero que las generaciones criadas con reggaetón son sean un despliegue incontenible de lujuria.
Pero, así como nos acostumbraron a ver como una receta médica por lo menos algunas dosis diarias al día igual han debido enseñarnos que esperar que los cambios se den de forma natural sin nuestra intervención no es proceso del todo humano, pues las plantas no crecen así.
Cuidado y las canciones y obras de teatro no se crean sin pasión y paciencia, para todo aquello que quiera verse llegar y para que sea nuestra meta el lograrlo.
Publicado el 24 de Mayo, 2024