Explica el periodista ecuatoriano, Emilio Palacio, asilado en Miami
Arturo Castillo | New York Hispano | Colaborador
Asilado en Miami desde hace 11 años, producto de la persecución política del régimen de Rafael Correa, el periodista ecuatoriano Emilio Palacio reflexiona acerca de los recientes acontecimientos políticos en Ecuador, que culminaron con el cierre de la Asamblea Nacional y la convocatoria adelantada a nuevas elecciones.
¿Qué factores han llevado al país a ese punto de crisis política?
El hecho de que hubo una oposición feroz contra el gobierno, con la intención de tomarse el poder mediante un golpe de Estado, legal, usando la mayoría de la Asamblea Nacional. Esa mayoría, violando e irrespetando la Constitución, pretendía destituir al presidente, a la fiscal general, Diana Salazar; tomarse todas las instituciones del Estado y lograr de esa manera el principal objetivo de los correístas: que se anulen los juicios contra Rafael Correa; como ocurrió en Brasil con Lula da Silva, para que pudiera retornar al país.
Ese intento fracasó rotundamente, pese a que tres meses antes de que el presidente Guillermo Lasso decidiera aplicar la ‘muerte cruzada’, todo parecía indicar que el gobierno estaba virtualmente derrocado.
Yo atribuyo ese cambio de curso de las cosas al giro que tomó la opinión pública ecuatoriana, que se dio cuenta de que todo era una farsa. Lamentablemente, al comienzo hubo mucha confusión. Analistas, formadores de opinión, medios de comunicación, que inclusive contribuyeron a la desinformación, no aclararon lo que a la gente le llegaba como rumores, respecto de supuestos negocios oscuros con narcotraficantes por parte del cuñado del presidente.
A la postre, en 20 días, se levantó un clamor popular: “¡A esta gente hay que mandarle a la casa; que todos se vayan a la casa!”. Yo no creo que es Lasso el que disuelve la Asamblea; él fue el instrumento de un clamor nacional, que decía: “estos son unos payasos, unos analfabetos, y encima de eso, mentirosos”. Entonces vamos a un proceso electoral anticipado, en circunstancias en que ha habido una derrota política colosal, una paliza política a la oposición golpista, al correísmo y al socialcristianismo, más sus aliados de los sectores de Pachakutik y la Izquierda Democrática.
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¿La situación política de Ecuador es así de coyuntural? ¿No se trata, más bien, de una democracia en ciernes, que no acaba de cuajar?
Los partidos políticos del retorno a la democracia, en el curso de los años, dieron paso a nuevos partidos y actores políticos. Sale de escena la vieja dirección política y aparece una nueva. Esa nueva generación lleva adelante las riendas del país, bien o mal, durante un periodo de tiempo, pero también empieza a producirse un desgaste de esa nueva dirección política, que, de repente, se convierte en vieja, y empieza a haber un vacío de liderazgo político nuevamente. Y ahí entra esta crisis de la democracia representativa ecuatoriana. Es en ese vacío que Correa se convierte en el caudillo que fue. Por supuesto, Correa es un tipo que tiene carisma, es un hábil orador; un demagogo de primera, un populista; reparto por aquí, reparto por acá, prometo el oro y el moro. Pero eso no hubiera sido suficiente si no hubiese sido porque al mismo tiempo ya no había competencia; ya nadie creía en los viejos líderes. Por eso él entra a dominar la escena política. Eso dura 10, 15 años, y lo mismo: Correa descabeza la posibilidad de que surja una nueva dirección política. No queda nadie, hay un vacío completo.
Su análisis recae sobre las élites políticas. Pero quizás es también atribuible a un pueblo que no acaba de aprender de su propia historia.
Depende de cómo lo interpretemos. Si estamos diciendo que el pueblo tiene los dirigentes que se merece, yo creo que eso no aplica en el caso del Ecuador. El pueblo ecuatoriano se merecería dirigentes muy superiores a los que tiene. Eliécer Gaitán, líder del partido Liberal colombiano, asesinado en 1948, tenía una hermosa frase: “El pueblo es superior a sus dirigentes”, que aplica perfectamente al caso ecuatoriano. Yo, de una manera un poco más chabacana, digo que Ecuador es un corcho. Por culpa de los dirigentes empieza a hundirse, y cuando ya estamos a punto de llegar al desastre completo, el pueblo es el que saca adelante el país, no las élites, ningún líder político.
Ahora si lo que usted me quiere decir es que un pueblo al que no se le da educación, que no se le da cultura política, es muy difícil que genere líderes políticos; por supuesto que sí, pero eso es una cosa general. Para no tener cultura política, para no tener ningún tipo de educación, para cómo lo han tratado, este pueblo se ha portado 10 mil veces mejor de lo que podíamos haber esperado.
El pueblo ecuatoriano es estoico; durante una década sostuvo a un déspota. Repite errores que terminan en un borra y va de nuevo.
¿Y que podía hacer el pueblo que no fuera votar por Correa? Y le dicen: “Correa es un demagogo”, y entonces el pueblo se pregunta: “¿a quién apoyo?”. ¡No había en quién creer! Lo que en ese momento teníamos junto a Correa, en cuanto a mentira, a demagogia, era lo mismo. La única diferencia que tuvo Correa, que eso sí fue monstruoso, era su carácter dictatorial y totalitario. Cuando el pueblo se da cuenta de ello, lo saca del poder. A él no lo sacó el partido socialcristiano, no lo sacó Guillermo Lasso; ¡lo sacó el pueblo ecuatoriano cuando se dio cuenta de que era un dictador!
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¿Cuáles cree que han sido las debilidades de Guillermo Lasso?
Primeramente, la incapacidad de tener un gobierno que le permitiese hacer las cosas con tranquilidad. La dificultad para manejar la oposición. Iza, Nebot, Correa, se pasaban diciendo “el pueblo tiene hambre, el pueblo está descontento”. La gente de Pachakutik, Salvador Quishpe, decían “el pueblo quiere sacarle a Lasso del poder”. Yo nunca vi a nadie en la calle gritando “¡Lasso, fuera del poder!”. Los paros que convocó Leonidas Iza estaban manejados por gente muy bien entrenada para generar caos. Ellos manipularon a las masas; Iza arrastraba a las masas a las calles.
Todo esto porque la élite política ecuatoriana tiene la idea de que el mejor marketing político consiste en estar en contra del gobierno de turno. Entonces yo le tiró piedras al presidente de turno, sea bueno o sea malo; ese es mi mejor negocio, porque entonces yo gano las elecciones. Se produce la ‘muerte cruzada’, y habían anunciado un estallido social, que la gente iba a salir a las calles a comérselo vivo al presidente, y no pasó nada de eso.
Lo que ocurrió con Lasso es que, obviamente, no ha resuelto todos los problemas que tiene el país; eso es parte de su legado. Sin embargo, tuvo algunos logros importantes: negoció la deuda con China, acabó con los intermediarios petroleros, subió el salario como nadie lo había subido antes; la economía crecía.
El tiempo dirá si la decisión de la ‘muerte cruzada’ fue una retirada poco gloriosa, una debilidad de carácter de Lasso para sostener su mandato.
Yo creo que Lasso escuchó el clamor nacional de que la Asamblea se tenía que ir a su casa. Lasso no pensó, “me retiro, gano, avanzo, retrocedo”, yo no creo que esas hayan sido sus consideraciones. Su consideración fue ‘la gente quiere que los saquen, y si no lo hago, voy a quedar por el piso; tengo que hacer lo que el pueblo quiere’.
Finalmente, estos 11 años de asilo, ¿que le van dejando a usted?
Yo hago un chiste. Digo que a veces me dan ganas de escribirle una carta a Rafael Correa, y mandarle una caja, no sé si le gusta el whisky, el vodka, el ron, diciéndole que le agradezco. ¿Por qué? Porque yo vi a muchas personas que pasaron por la experiencia que yo pasé, y su familia se destruyó completamente. Mi familia pasó la prueba; fue sufrible, pero salimos airosos. Tengo una familia que pudo hacer eso, es decir que hay amor en mi familia. Por eso yo pongo en Twitter: “Mi mayor logro: haber hecho una familia hermosa”.
Muchas veces me preguntan: ‘¿usted ya le perdonó a Correa?’. Uno perdona a un hermano que lo traiciona, porque que quiere volver a tener esa relación fraternal. O perdona a su pareja que le engañó, porque sigue habiendo amor. Pero una persona con la que nunca tuve nada que ver, que no tuve ninguna relación, ¿qué le tengo que perdonar? Aquí no hay nada que perdonar o no perdonar. Lo que sí es que uno tiene que quitarse cualquier rencor, cualquier odio, porque no voy a negar que hay momentos que a uno le dan, pero me lo he dicho: “eso te hace daño a ti mismo y a tu familia”.
A veces mi esposa me dice: “¡oye, pero tú estás hablando bien de Correa!”. No es que estoy hablando bien de él, que estoy reconociendo que algo hizo bien, porque creo que nada hizo bien; hablo de las astucias y las habilidades políticas que él tiene y que no las tienen otros dirigentes políticos ecuatorianos.
Publicado el 05 de Julio 2023